sábado, 14 de junio de 2014

Rose Guns Days

Disclaimer: Este texto fue escrito en el proceso de juego. Por lo tanto, pueden haber frases que no tengan pies ni cabeza.

Love is omerta




 Ryukishi me parece muy simpático. Tiende a contar historias muy entretenidas que generalmente están llenas, llenísimas de tópicos, pero su narrativa es dinámica al punto de engancharte de todas maneras. No diré que soy una lectora muy juiciosa, pero vamos, tampoco es que nos cataloguemos por ser un público muy exigente, por lo que puedo afirmar que Rose Guns Days es una buena historia. Con un montón de fallos, pero buena a fin de cuentas. 

Ok. Dejo los engaños. Este engendro del demonio solo podría gustar a gente como yo, así que eres muy rebuscado y cuando lees una VN quieres algo realmente emocionante que te pare los pelos te coma los sesos y te lleve hasta el fabulous max, date la vuelta, que aquí no encontrarás nada, pero nada de nada de nada. A ese level. No tengo mucho historial en relación a las historias de 07th expansion (donde “no tengo mucho” se resume a Umineko completa), pero creo que es suficiente para decir que en la primera parte de esta historia de mafiosos y prostitutas post second war solo podemos encontrar una historia de superación personal, de seamos amigos, de tengo problemas existenciales porque perdí la guerra, de bang! bang! y espero, de verdad que lo espero, algo de romance (cuestión no confirmada hasta más adelante) (cuestión confirmada en el transcurso de este escrito. BIBA). 

The red light district´s empty love sings a fallen elegy.


Cuando el señor escritor decidió hablar de putas, tuvo que haber conocido algo más sobre las putas ¿No?, de 5 capítulos, me aburrí de leer tanto “el orgullo de las mujeres de la noche” como si fuera la única temática disponible de una situación que me parece mucho más explotable. Parecidísimo a Umineko. Ponemos a mujeres de protagonistas pero no tenemos ni una idea sobre ellas, así que solo alcanzamos a desarrollar como se merece a los hombres de la historia. Así fue con Kinzo y Battler a contrasta de Beatrice y el plantel witcheano, y aquí vemos exactamente lo mismo. Rose queda relegada a un papel pasivo donde solo reclama porque no se sabe como madam de un club nocturno, cuando es la “protagonista” junto a Leo. Como lleva la aureola encima, es tan poco desarrollado su personaje que en el único momento que me llamó la atención fue cuando Miguel(un amanerado del bando contrario) la raptó y jugó con ella con la ayuda de su cuchilla. ¡Y lo terrible! Es que eso se superó con nada ¡Con nada! Y conste, que entiendo es la primera parte de cuatro y a saber como funciona la cosa después, pero si me venden una historia, ya desde la introducción debe poseer algo interesante, que no podemos estar esperando hasta el final para decir “¡Qué bueno estuvo esto!”. 

 Pasando de ella, Stella y Meryl son un par de putas jefas que se llevan mal pero bien y que no me dicen nada, más que recordarme peligrosamente a un par de brujas que nos sabemos. (Y no es peligroso sospechar que son ellas, en otro “kakera”.) 

 Sing for me, and BANG! 


Ahora lo interesante: el contexto. Generalmente conocemos de post war lo que sucedió con Hiroshima y Nagasaki, centros neurálgicos de la guerra más asesina de todas, pero al menos yo, nunca me había preguntado qué es lo que había sucedido con las ciudades no Tokio posterior al conflicto. Estamos ante una obra de ficción, clarito como el agua, pero existen retazos que se aprecian bastante verosímiles con relación a lo que tuvo que haber dejado de secuela a una ciudad perdedora. Gringos y chinos por todos lados, gente muriendo de hambre, y una lengua a la que se le exige desaparecer. No se le da trabajo a quien no habla inglés, lo que se vuelve una discriminación gigante en contra del nipón común. Donde se muestra eso mejor en la novela es cuando Caleb habla con Buttler y el resto de milicos gringos, donde nuestro pelirrojo tiene que hacer de intermediario. Es un punto de no encuentro, donde el japonés, frustrado, golpea la mesa y es considerado un salvaje por ello, básicamente por no entender las carcajadas provenientes del sector contrario. “No puede ser socio de nosotros, porque es inferior”. 

Ahí es donde está la más fuerte construcción de la novela, en la necesidad de superación de una nación sometida, obligada a apagarse. Espero que sea este tema el más desarrollado dentro de la historia en general, y al menos eso da la impresión, porque en el fondo, es todo un metarrelato (que gusto de esta maniobra tiene el Ryu) de la creación de una organización en el Japón post guerra contado por una mafiosa en los tiempos actuales a una periodista (Y otra vez el paralelo a Ange y la bruja historiadora en Umineko)

En cuanto al sistema de juego de ataque y defensa, se ve clarito que es en favor de evitar narrativa insistente en cuanto a las batallas que se mantienen (por montones) dentro del relato. No molesta, pero me las salté todas porque muy poco interesantes. La música sigue de buena mano, y si bien hay un par de temas reciclados, los nuevos con respecto a Rose dan muy buena vibra. 

Fin de las impresiones de la SEASON 1 

Until the time our paths crossed, my love and libido was falling.


Érase una vez una Nameh que no fagirleaba...

Cuando la segunda parte de esta historia comienza, lo hace justo en el recorte de la primera. Rose huye mientras Leo y Wayne se dedican a cubrirle a pesar de que el primero ya está herido de bala. La joven se ve interceptada y cuando vuelve a reaccionar de un rápido desmayo, lo hace en chinatown, con su grupete de compañeros vivitos y coleando. Entre ires y venires se decide a enfrentar a la familia de Caleb, grupo mafioso interesado en rescatar a los japoneses a partir de medidas poco ortodoxas, lo que significa extorsionar a sus propios compatriotas para juntar una cantidad ridículamente alta de dinero con el mero fin de poder hablar en igualdad de términos con los gringos. ¿Conté que previo a eso se acuesta con Leo? 

Uins, los nervios me adelantan. Antes de que la muchacha se decidiera por fin, es contaminada mentalmente por el chino y su filosofía dragoneana, haciéndole creer que sacrificándose logrará hacer lo que tiene que hacer. La cosa no funciona, es rescatada primero por un par de ex secuestrados (Wayne, el moe-character y Claudia, la puta con menos pinta de puta en el juego) y termina en la cárcel, de donde Buttler (papito) la saca. En su estupidez sin fin le pide granadas y un chaleco de esos para hacer un kamikaze, y cuando se lo está poniendo llega justito el príncipe al rescate. Leo la hace reaccionar de su tontera congénita, y en una hermosa escena de “esta noche serás mía, baby” pasa lo que tiene que pasar.

Ya de ahí la familia “Primavera” se decide a aparecer al fin, y con ello se enfrentan y ocurre la tremenda y muy entretenida batalla final, suporteada todo el tiempo por la GDS (Golden dragon society, chinos mafia business) y los gringos. 

 Ryu nos entregó un romance servido para luego quitárnoslo y dejarnos en la angustia del reencuentro. Bien jugada ahí. Pero todo muy perfecto. Está bien eso de que Rose sea pura, ¿pero pura al punto de virginal? E incluso hacen el chiste. Rose, antes de que su enamorado se vaya, le dice que se esforzará para que no le vuelva a decir que no parece una “dama de la noche”, a lo que el otro, no idiota, le responde que mejor se quede así, que le gustan más. Claro, le dijese que sí estaría básicamente dándole la orden de que adquiera más experiencia, cuando él busca ser su única. (Auuuuuuu, me enamoré ahí y en las muchas del par, más info, Tumblr). 


Hold me just one more time… for I will never return. 


Debo asumir que la cosa toma tan buen ritmo en esta segunda parte, que de verdad te enamoras en muy pocas líneas. Para una introducción tan larga como lo es toda una primera season, vale la pena el esfuerzo solo por los dos primeros capítulos de la segunda parte. Luego el relato vuelve a su lentitud, porque cuando la batalla termina (destaco de esa batalla la escena de motherfucking Leo), el protagonista se va hacia el sur con el fin de terminar “su guerra” (sin perdernos un “te amo, me amas, nos amaremos siempre”) y nos saltamos todo un año.

1948, la familia primavera ahora está en el top de la mafia dentro de la ciudad 23, y en la evolución de su trabajo como base para la sociedad japonesa del lugar se enfrentan a un nuevo problema. La buena nueva situación de la ciudad ha llegado a oídos de gente desesperada en otros lugares, y junto a los chinos, forman filas enormes de desempleados. Madam Rose (Ahora con real pinta de madam) tiene que decidir qué hacer, porque tiene claro que si bien hay que ayudar a los japoneses, primero se parte arreglando la casa. 

Por otro lado, está otro tema que me llamó mucho la atención, la comida. La pelea también pasa ahora por recuperar la culinaria perdida y suplantada por comidas extranjeras más baratas (salsa de soya tales). Aparecen nuevos e interesantes personajes al plantel que están en una posición inferior de quienes ahora vemos como grandes jefes de la mafia. El trío de perros que quieren ser lobos, a quienes se les unirá una cuarta integrante amnésica que sabe chino y artes marciales, serán el centro de esta parte y hasta el final. Los conoceremos a fondo con su problemática relación con el resto de la familia y su jefe directo, Wayne. Serán además quienes darán la tónica con las escenas de acción, pues descubrirán el meollo del problema de la agencia de trabajo. 

Por otro lado, Cyrus (el guardaespaldas que servía el té) anda ahora de traje y con respaldo por todos lados, y Wayne, también con traje nuevo, posee ahora toda una aura imponente y se deja respetar. Mucho más maduro que el chico de cuello largo que veíamos siendo burlado por su mentor y su enemigo al mismo tiempo. Es una evolución que te engancha muy fácil, porque son personajes de los que ya te encariñaste, pero se nota que es un escenario necesario cuando hemos perdido el ingrediente principal de la cocina (“Oh Leo, oh Leo, dónde estás que no te veo”). 

Se ve qe Ryu tiene la buena mano de inventar e inventar personajes que encantan de inmediato. Y no hay duda de que para la tercera y cuarta season se unen más (hay uno peliblanco que me qué), por lo que solo queda disfrutar de cada uno de ellos y sus maneras, en una historia que sigue en subida luego de un inicio bastante flojillo.

Cuerda rota

Observaba su pantalla atentamente. Desde su llegada hace dos meses, llegaba a la biblioteca a sentarse justo frente a mí, pero sin dirigirme la palabra jamás. Leía durante toda la hora del recreo que nos daban para el almuerzo. Yo hacía lo mismo. Vigilaba sus pasos desde la entrada de la sala hasta el momento justo en que pudiera fijar su mirada en mí. El nerviosismo expresado en un ligero tiritón de mis extremidades me obligaba siempre a fijar la vista de vuelta en mi lectura. Solo me atrevía a echar un vistazo cuando sabía estaba completamente concentrada en lo suyo. Su mano se movía tranquilamente para avanzar de página y volver a fijar el codo en la mesa. A veces lo dejaba extendido sobre ella. A veces también lo ocultaba bajo la misma. A veces el brazo que sostenía su cabeza se cansaba y cambiaba de lado. Así, su otro brazo extendido sobre la mesa, debajo de ella, o cambiando las páginas. Era una hora de observar la misma secuencia. Todos los días. Durante dos meses. Me sentía embobado, pero estúpido al fin, porque no sabía nada de ella más que cómo pasaba las estúpidas páginas. Había escuchado de un par de chicos en el baño, mientras yo aparentaba distracción orinando y luego lavándome las manos, que había llegado de repente a la escuela, que cursaba en el sexto C, y que no era buena para conversar. Se susurraba su nombre en los pasillos de nuestro grado, y me había fijado que sus intercambios comunicativos no habían pasado del hola y el estado climático. Pero yo ni eso. No tenía tanto valor como para observarla directamente a esos familiares ojos castaños. Pasaron días soleados y de lluvia donde el diálogo habría sido sencillo de iniciar comentando lo colapsado que estaba todo… pero no, me contentaba con disfrutar de su simulada compañía y su fingida indiferencia. Porque ahora tengo claro que era fingida.

Me encantaba. Me fascinaba. Era la primera mujer que me interesaba de sobremanera. Ni siquiera intentaba llevarse bien con el resto, porque de hacerlo, no se habría hablado tanto de ella. La pensaban altanera, y yo también, pero como veían lo mismo en mí solo por mis altas calificaciones no le ponía cuidado, y  tampoco tendría por qué hacerlo pues mi atracción estaba sobre ello, o porque yo también, en definitiva, lo era.
Fueron sesenta días que se contó la misma historia, hasta que llegó el que acabaría todo. Cambió el patrón. Aburrida, o cansada, a saber qué estaba pensando en ese momento, dejó la tableta donde leía sobre la mesa y estiró sus brazos por sobre su cabeza mientras exhalaba lo que sería su último suspiro. Entre asombro, inquietud, y completamente sonrojado, me quedé observándola atontado en todo el movimiento. Vi hinchar su pecho mientras, con ojos cerrados, ingresaba la mayor cantidad posible de aire dentro de sus pulmones. Ya llenos, dos segundos de concentración pasaron y exhaló, ahora atenta sobre mi persona. Tontamente, de la impresión, solté mi tableta que al chocar con la madera  me permitió escapar de su mirada para enfrascarme en mi torpeza, revisando si nada se había quebrado. Estaba en ello cuando ella comenzó.

-                     - ¿Conoces a Everett?

Seguro de que se dirigía a mí (para mala suerte).  Solo me atreví a volver a mirarle.

-          -Fue recién con la teoría de las cuerdas que se vio la posibilidad de los mundos paralelos como algo evidente. El tiempo es relativo, el espacio es relativo, y si bien tenemos considerado que el mundo avanza, nos hemos dado cuenta que podemos estar en uno y otro lado al mismo tiempo con solo pensarlo. Creo que ha costado mucho asumir que es así.

Everett, teoría de las cuerdas. Yo ya había leído de ello, a pesar de mis doce años, por interés a partir del cómic que estaba leyendo. Saltos temporales, posibilidades de mundo diversos y de repetir a partir de retrocesos es lo que ofrecía la historia de un hombre que, al haber probado su nuevo experimento, se saltó a un mundo en el que su mejor amiga moría. Decidió por ello seguir saltando hasta que se encontrara en uno en que pudiera rescatarla. No pudo. No mientras no se devolviera hasta el primer factor que lo llevaba a esa temporalidad: la no muerte de la mujer de su vida. En esa complicación entre la muerte de su mejor amiga y la muerte de su verdadero amor es que se desarrolla el clímax de la historia. No sé si ella me estaba haciendo referencia a ese relato en particular o si no lo conocía. Quizás yo se la había contado. Continuó igual de cómoda con su discurso.

-            - Es el factor cultural lo que más cuesta. Todos tenemos la percepción del paso del tiempo incrustado en nuestros lenguajes, en nuestra manera de ver la vida. Nacemos, crecemos, envejecemos, fallecemos, como si uno recorriera una distancia de un punto a otro. A pesar de que ya se había descubierto que no es así, no fue hasta tú éxito que me di cuenta de ello, o quizás sencillamente no lograba percibirlo de modo alguno, incluso aunque me lo repetías día tras día. ¿Recuerdas?

¿Cómo podía recordar algo que en mi vida había vivido? Mi cara seguramente era un puzzle que ella indudablemente esperaba. Ni siquiera alcanzaba a procesar todo lo que me estaba diciendo, a pesar de que se refería a que nosotros ya habíamos interactuado, que yo le había incluso enseñado cosas, cuando aquello solo había ocurrido en mis sueños. Y en ese momento estaba completamente seguro que no estaba durmiendo.
Continuó:

-          -Por supuesto que no lo haces, porque aún no estás consciente de ello. Mi objetivo al estar aquí es ese en realidad, evitar el que tú me enseñes con insistencia sobre la relatividad temporal, porque no quiero volver a verte así, con tanta tristeza reflejada en tus ojos día tras día al sentir de algún modo que habías arruinado nuestra posibilidad de existencia.

Ella estiró sus brazos hacia mí y los dejó, ambos, cruzados sobre la mesa. Apoyó su cabeza en un costado y me regaló la sonrisa más hermosa que jamás había visto, incluso hasta el día de hoy. No expresaba felicidad. Indicaba resignación, incluso tristeza, pero con ello una tremenda satisfacción interior. Me expresaba seguridad plena e imposibilitaba incredulidad alguna de mi parte. Luego había sido yo el que suspiraba, encantado con tal gesto.
-          
             -Decidí que no te dejaría entregar tu trabajo para que lo mal utilizaran. En conclusión, resolví que tú, al menos en esta posibilidad, no me darías la vida. Y si bien el conocerme y saberme sé que no permitirá que me elimines de tu cabeza, al menos acabaré con tu futura pena, porque al menos esta yo no desea volverte a ver así. Por lo que te digo esto, para que no vuelvas a cometer el mismo error.

Y desapareció. Así como estaba hace dos segundos sentada frente a mí, hablándome en un monólogo en el que yo no podía hacer más que escucharla atentamente, así mismo fue como de la nada ya no estaba. Desaparecieron sus pasos, desaparecieron los murmullos de las personas, desapareció por completo su existencia. Ella, la joven de la cual me había visto completamente atrapado, ya no existía al menos en esta posibilidad. Había tomado por sí misma la decisión de desaparecer para siempre de esta línea y de quedar únicamente como un recuerdo. Lo lograba desarrollando toda nuestra “historia” desde la primera vez que la vi, con el fin de que me interesara en ella. Seguramente le habría dicho que cuando pequeño no era ni el más sociable ni el más extrovertido, o quizás ella me conoció de esa misma manera. Aprovechó entonces mi carácter para entender cómo conquistarme, o quizás cómo generar en mí una idea platónica. Y con tan corta edad…  Irónico y triste que hasta se me pareciera.

Por lo mismo es que de inmediato decidí que no podía volver a verla, que el conocerla en ese momento no me permitiría tolerar su existencia. Es que no podría… No podría consentir asumirla como una hija, cuando la reconocería como la chica que me había obsesionado cuando apenas cumpliera 12 años. No podía posibilitar el inventar ese aparato que la trajera. No podía permitirme entonces ser un hombre exitoso, que pensara en temporalidades, que diera la oportunidad de dar esos saltos, que engendrara una hija de la cual estuviese predeterminadamente enamorado.


Seguramente piensas que su sacrificio hablaba de todo el amor que me profesaba por motivos obvios. Pero así de obvio que fueron sus sentimientos, así de sencillo es que respeto su decisión y egoístamente la comparto. Mis sentimientos podrían haber cambiado, madurado, pero el problema es que hasta ahora eso no ha pasado. No quiero siquiera su posibilidad de ser, al menos en este espacio en el que ya he abierto los ojos a la verdad y de la cual seré consciente por el resto de mis días. No quiero, ni me atrevo, bajo ningún motivo, volver a ver esos hermosos, y míos, ojos castaños. A la mierda los mundos paralelos.

Melissa se comió el lobo.-

 Melissa caminaba por el bosque cuando el lobo se la comió, aunque no lo podrás creer, quería ser comida. ¡No me digas! Sí, sí, así mismito me contó la hermana de la amiga de mi mejor hermano. El mejor,  porque tengo cuatro y los otros son unos sueltos y perdidos. ¿Será porque es el mayor y los hermanos mayores tienden a ser más centrados? Por supuesto, ya sabes, generalmente los padres de hoy están separados desde que las crías son  aún muy pequeñas y entonces se tienen que cuidar entre hermanos y al de más edad le toca cocinar y preparar las colaciones para la escuela porque la madre o el padre salen muy temprano al trabajo, y vuelven tarde, recontra tarde a la casa, cuando los niños están dormidos. Claro, siempre pasa así. Hoy en día no existe la familia. Yo por suerte tuve una madre dedicada a las labores del hogar, cuidándonos a nosotras, mi pequeña hermana y yo. Mis padres no tuvieron varones, el destino así lo quiso. Qué molesto es el destino, mira que hacer lo que quiere con nuestras vidas como si no fuese suficiente el tener que esforzarse. Al final, siempre queda todo en sus manos porque de un día a otro te puedes hacer millonario y tu destino cambia. Ya no tienes que dedicarte más que a gastar dinero, inviertes en unas cuantas propiedades y te dedicas a vivir. Pero oye, no siempre resulta así. Una tía mía se ganó el loto y como la pobre era tan tontorrona, ya sabes, de las que con suerte terminaron la básica, en cuanto se supo que había ganado el máximo los periodistas la entrevistaron, y si bien salió en los poquitos diarios de la ciudad, si tres a lo mucho, fueron suficiente para que un sujeto con pintas de economista se le acercara y le asegurara que le ayudaría con la inversión del dinero cobrándole una pequeña comisión, pero todo era mentira y se robó el dinero y desapareció del país. ¡Que atroz! Ni que lo digas, así que a mí eso del destino me huele mal. Nada, no seas loca, piénsalo mejor, en el caso de tu tía su destino era seguir siendo pobre. Nada de “seguir siendo pobre”, ella tuvo suerte y por tontona se quedó sin ni uno. ¿Y nunca pillaron al tipo? Nunca, los de investigaciones no sirven para nada. No digas eso, recuerda que mi hijo trabaja para los tiras, y les cuesta el pellejo a veces eso de enfrentándose con gente realmente mala. Lo sé, pero es que nos dio mucha rabia en ese momento. Igual lo tengo clarito ¿No viste acaso las noticias de anoche?

Interrumpió el mozo del hermoso café ambientado en Valparaíso, con sus sillas y mesas de colores y las paredes azuladas con embarcaciones pintadas,  para saber si las comensales necesitaban algo más. Revisaron nuevamente (tras 3 veces ya) la carta y pidieron esta vez un postre dulce, porque el almuerzo lo habían encontrado extremadamente salado a pesar del café digestivo,  por lo que era necesario otro plato para  desprenderse de la sensación de la comida anterior. Junto a un trozo de torta de mil hojas manjar y un chesse cake de frutos rojos, dos tazas de té fueron depositadas con sumo cuidado en la pequeña “roja” adornada por un hermoso mantel celeste de puntas blancas, que representaba el oleaje de las playas de la quinta región.


Y el lobo tenía su qué, ya vieras. Una lástima que te lo perdieras. No quería, te juro que diez para los ocho estaba frente al televisor esperando ansiosa pero justo llegó Juan con el tema del incendio. Así que te imaginarás, fue todo reacciones, sustos y llamando como fuese a la familia porque ya te había contado que sus hermanos están en la quinta desde hace un par de años. Eso de irse a buscar nuevas oportunidades ¡Aquí también tenemos puerto! Sí, pero el de allá es el principal, por algo está todo el mundo enviando cosas e incluso hay rumores de que el gobierno está haciendo pasar lo recolectado como la ayuda del país. Escandaloso. Cuanto menos. Pero cómo pueden. Fácil, con unos autoadhesivos que les pegan a las cajas con los logos de la Bachelet. Hablando de autoadhesivos, el otro día fui al Homecenter y compré unos preciosos para los ventanales, con forma de mariposas y flores. ¿Pero no se verá muy ordinario? Podría ser, pero así los niños no pasan y se golpean. A Yeco siempre le sucede que va corriendo persiguiendo al gato y choca con la ventana porque el otro bicho salta antes de darse contra el vidrio. Los perros siempre son algo más torpes para esas cuestiones. Pero me gustan más, esta ciudad está plagada de gatos. Y también de ratas. ¿Ya has visto? Con lo del terremoto han aparecido muchas. Llegan las ratas y no la ayuda. Pero las ratas siempre han estado. Hubo una vez que abrieron la calle porque los de Aguas del altiplano tenían que hacer unos arreglos por el tema de los nuevos condominios y en algunas casas de la cuadra incluso se encontraron pericotes. ¿Esos bichos gigantes? Los mismitos. ¿Y no se quejaron? Como si se ganara algo. Para cobrar no tienen problema alguno y nunca consideran a la gente, pero para arreglar algo sí que la piensan dos veces. Es por el tema de los contratistas. Pero los que cortan también son contratistas, y ahí sí que no se demoran. Bueno, es que aquí todos se aprovechan. Y con las desgracias más, si fuera por ellos, habrían aprovechado de cobrarles a todos el arreglo que les correspondía. Te aseguro que igual lo harán, camuflándolo de impuesto o cobro especial por el invierno.  Espero que el que viene no esté tan helado como el anterior. Cualquier cosa tú me avisas y subimos a la feria para buscar algún buen abrigo gringo. Estupendo, seguro tendremos que hacerlo. Quiero uno como el de Melissa. ¿Usaba un abrigo? Muy bonito, tendrías que haberla visto. Qué pena me da habérmelo perdido, y no pude ver la repetición por el horario. Te habrías emocionado un montón. Lo sé. Pero te lo cuento, Melissa caminaba por el bosque cuando el lobo se la comió, aunque no lo podrás creer, quería ser comida. ¡No me digas! Después  salieron los créditos, dieron comerciales y luego continuó con lo que le había pasado al resto de personajes.
Toc toc toc
Toc toc toc
Una tercera vez sonó la puerta de los vecinos que seguían en sus menesteres mientras ella soportaba la tradicional sensación de sentirse ocupada. Había escuchado, al entrar rápida y presurosa por la vergüenza, que la hora costaba algo de tres mil pesos, lo que era bastante barato y que claro, se reflejaba en la pulcritud del interior. Pero ya estaba. Era la cita obligada del mes para cumplir con la cuestión que insistentemente esperaba ganar aunque hasta el momento (y menos en un espacio así) quedaba básicamente en la circunstancia de tener un cuerpo sobre el suyo y una presión rítmica que le permitía concentrarse en lo que pasaba en los alrededores, en las puertas que sonaban, en los espacios que se ocupaban.

Toc toc toc
Una sola vez. Ahora, el golpeteo provenía de los del frente, a quienes había alcanzado a observar de reojo llamándole especialmente la atención el nivel de ilusión que reflejaban esos rostros. Un solo dedo índice había indicado que al parecer el dinero no estaba muy bien,  lo que significaba que ella misma ya estaba en esa situación desde hace más o menos 60 minutos.  

¿También tocarían donde estaba?

Se imaginaba a la señora encargada del lugar paseándose por  el largo pasillo oscuro y relleno por uno y otro lado de pequeñas habitaciones como la de ella, compuestas únicamente de un baño con tina y una cama de tamaño matrimonial promedio rodeada espantosamente de vidrios que te permitían ver desde todas las posiciones. Interesante para quienes les interesara, pero definitivamente no era su caso. ¿Todas serían iguales? ¿Exactamente iguales? Lógicamente imposible, por motivos espaciales, estaba también la singularidad de las parejas y las historias que ya son parte de cada espacio, de manera particular y específica. Pero seguro todas tenían el mismo ritmo, así como ella y sus citas. Entra una pareja, está una hora o dos a lo máximo, toc, toc, toc…, salen y se van, entra el personaje encargado de la limpieza y el ciclo vuelve a comenzar. Un espacio infinitamente recorrido, de la misma manera, con los mismos fines pero así y todo no idénticas. Imposibles de asemejarse.

Toc, toc, toc
Esta vez sí. Fue una hora entonces lo que el sujeto estaba dispuesto a pagar para completar su dicha. Recordó simular con las tres expresiones consecutivas y agudas, para luego sentir el tiritar del fin. Se vistieron rápidamente y ella salió primero, mientras la cita le cancelaba a la señora que ya tenía a más gente esperando su turno en la recepción.


Su casa estaba ideada para soportar esta clase de situaciones. El primer piso tenía los espacios comunes, y el segundo, las habitaciones individuales y el cuarto de baño. Las piezas se encontraban seguidas, unidas por una pared intermedia que imposibilitaba el aislamiento de la central donde dormía quien complicaba la pseudo pacífica situación familiar. El joven, dos años mayor que ella, había perdido el camino desde que su padre comenzara con sus idas y venidas casi naturales. Andrea lo asumía con la tranquilidad necesaria, porque sabía que si reflexionara igual que su hermano, sería ella la que seguramente estaría al centro del hogar. La sangre goteaba del brazo de su hermano mayor desde un corte perpendicular. “Ha sido para llamar la atención”, pensó, y juró que se burlaría en su cara cuando una nueva marca en su muñeca apareciera. Pero no era el momento, y a falta de unos padres que por trabajo se encontraban ausentes, fue ella la que tuvo que tomar la toalla y presionar hasta que lo terrible terminara. La sangre no le molestaba, pero no quería soportar con la actitud inmadura de alguien que tendría que ser su soporte, su pilar. Ese era el motivo por el cual esa casa no podía cumplir el rol de protección y descanso. Parecía que el confort que siempre esperaba sentir al entrar día tras día desde la pesadilla llamada “mundo exterior” se volaba a través de las ventanas abiertas. Así que ahí estaba, siendo el apoyo para ese mar de lágrimas autoculpables luego de un día especialmente agotador.

Ahora que lo pensaba, ni la casa apoyaba a ese hermano suyo. No hacía que sus padres llegaran ni que la sangre no manchara. Solo podía significar una cosa: ese lugar tampoco la quería.

Tras todas las lágrimas y el agotamiento de la pérdida que ya se había estancado por suerte, Andrea ayudó al suicida a recostarse en la cama para que durmiera un montón. Lo arropó con las mantas y no se dirigieron palabra alguna, lo que ya sucedía desde la segunda vez que esta situación se había repetido.
Salió de la habitación y no cerró la puerta, cuestión que era regla. Bajo las escaleras lentamente y sin hacer ruido. Pasó por el baño para lavarse las manos, la cocina que no preparaba nada, el comedor que solo se ocupaba los fines de semana, el salón de estar que se mantenía impoluto incluso los días de futbol, y llegó a la puerta que abrió. Tras eso, se sentó en el marco y cruzó las piernas.


Y ahí se quedó.
Horas, viaje, comienzo, despedidas, 3 horas, Santiago, y cambio y espera, bus, 6 horas, frontera, Mendoza, San Luis, Río cuarto, Higueras, taxi, el puto taxi que cobra 45 y no 5, porque más barato, porque debiera, porque colectivo, porque dólares, porque 7, porque 10, porque blue, porque oficial, porque te cagan, y llego,  y no contesta, y llaves, y entra, y cama, y dormir, y respira, y mañana, porque hoy ya no alcanzamos.
                                                                                                                                                            
                                                                                                                                                                                                      Andá-.

--

Mira al Gabriel
Gato Gabriel gato
Fuma cigarro el gato
Sí, el gato fuma un río
Humo de gato amarillo
Y brilla y luces
No luciérnagas, no
silencio
Luces y río

Ilumina Babel
El humo del gato
Bordeado de muertes
Silencio y caídos
A orillas, amarillo
Del humo siendo río

Cruzando al Babel.

-¿Entonces el paracaídas no cae?

-¿Entonces el paracaídas no cae?

- Qué sube hombre, sube. No tiene momento de caer porque la cosa va´ pal cielo.

Diego continuaba sin entender. Siempre escuchaba de su tía hablar cuestiones muy raras con relación a la literatura porque ella era profesora de castellano. Su madre,  hermana de la susodicha, insistía en que la pobre ya estaba algo chalada de tanta cosa que leía. Y lo siguió diciendo hasta que la loca se murió. Nunca supo de qué fue porque su vieja no le quiso contar, solo le entregó en recuerdo, un chaleco que adoraba. A él, a un hombre, un chaleco, pero decía que eso era mejor que uno de sus libros, que en una de esas lo hacían terminar igual de rayado de la cabeza. De todos modos Diego siempre sospechó que su tía se había matado ¿Lo habría hecho con el chaleco y por eso se lo entregaba al único sobrino? Bizarro, pero asumía que su madre tampoco estaba muy bien del coco.

Y fueron tales recuerdos los que lo hicieron detenerse en esa esquina de Merced en particular, frente a una exposición de poetas chilenos. Iba camino al trabajo, como todos los días, como siempre a la misma hora, 3 de la tarde y no antes, no después, porque se había conseguido la pega más relajada de su vida, ahí mismito en Merced, pero más arriba, más cerca de los cerros.
Y entonces ahí estaba, con su compañero que todos los días compartía el camino, frente al rostro del autor de Altazor, en una enorme imagen en blanco y negro que era ensombrecido por sus letras, con el comienzo de su largo poema más reconocido, paracaídas y subidas. Diego curioso de nada, o de la locura de un muerto, no pudo evitar fijarse en el contenido de los primeros versos que, indicaba el enorme cuadro, correspondía a la obra.

-No entiendo esta weá. – Insistió.

-Subida weón, subida. El resto es caldo. – Respondió el compañero que ya parecía saber algo más que él.  


Lo dejó. En el colegio el tema lírico siempre lo había superado de todos modos. Rendido y asumido, decidió mirar algo más acá, más allá. Otro autor, otra obra. Y en el camino entre una imagen y otra, una mujer, un chaleco. Un chaleco rojo.

La práctica

La muerte ya estaba aburrida. Siempre le pasaba lo mismo. Noche tras noche despertaba de su breve descanso entre un turno y otro de asesinatos y muertes con la misma rutina. Primero despertar, luego echar una repasada al techo de su sencillo y tenebroso espacio personal denominado habitación. Después, estirar los brazos hacia al frente y levantarse cual zombi de película gringa barata. Bajar las piernas y levantarse aún con los brazos como antes. Descenderlos al caer en la cuenta de que no es un zombi y caminar en dirección a la puerta derecha, porque la izquierda no es más que la salida. No observa el polvo reinante del lugar, tampoco le afecta. Abre la puerta y la luz al interior se enciende. Entra directo al espacio blanco ya no tan blanco y se acerca con el mismo paso flojo hasta su reflejo, el espejo. Un rectángulo amplio sobre un lavamanos ya entre verde y negro que goza de pureza entre la contaminación. El único espacio impoluto, casi sagrado.

La muerte se mira con su no mirada, porque donde deben ir sus ojos se ubican dos pozos negros sin fondo. Dos círculos perfectos desde donde debería ir cada ceja hasta el comienzo de los pómulos. Una negrura infinita que no da espacio a emociones. O quizás sí, y solo a malas seguramente, lo que explicaba que fuese una sonrisa o malicia, el gesto que plantaba en su cara siempre se malentendía. Único en su especie y sin otra referencia, la Muerte se torturaba con la idea de lograr demostrar emociones a través de la única parte del cuerpo que consideraba ideal para expresar su intención sin palabras. Lo había leído muchas veces, “los ojos son el reflejo del alma” o algo así ¿Y cómo mierda mostraba su alma si no tenía ojos? Y es que ni párpados, porque los ciegos sí podían, pero él ya había intentado imitarlos y nada... cada ser humano con el que intentaba comunicarse de buenas a primeras salía corriendo despavorido. La tecnología también le había presentado otras y desesperanzadoras posibilidades, e intentó con unas gafas con pantallas en cada vidrio que mostraran ojos en distintas situaciones según su estado anímico, copiado de unos juguetes de moda entre las niñas en la navidad pasada, pero terminaba espantando aún más. Imposible pensar en alguien cuerdo con algo así puesto.


No quedaba de otra. Luego de 30 minutos jugando con todos los músculos de su rostro, sale del espacio para tomar su instrumento de trabajo, y con ahora pasos fuertes y secos llega hasta la puerta izquierda, gira de la manilla y abre. Otra vez saldría solo a asustar.