viernes, 10 de abril de 2015

Mis ángeles son una mentira.

No hace mucho tiempo que la saga tales pasó a ser mi jrpg de cabecera. Los veo y los quiero jugar a toda costa. Ocurrió desde que toqué Tales of the Abyss, el primero que experimenté de la saga y que me enamoró tras la pérdida de afecto hacia los Final Fantasy, los cuales me aburrieron ya en el XII (con el x saltado, que aún sigo jugando). No hay nada que hacer, me encantan las historias de otros mundos, y si bien todos los tales of tienen patrones comunes que causan carcajadillas (dos mundos, la prota santa, árboles y demás blablás) sus historias encantan y personajes enamoran. Con Symphonia pasa obviamente igual, pero si en el viejo continente enamoró en su tiempo cuando salió, siendo uno de los favoritos de los occidentales, en mi caso creo que llegó sin el hype, o con mucha historia de hype, lo que me tropezó.

No quiero decir que no me gustó. Me encantó, incluso. Pero si tuviéramos que hablar de un top, nunca pondría a Symphonia en él. ¿Por qué? No por su modo de juego, ya que amo los mapas abiertos y el sistema de batalla. Tampoco por sus gráficos, porque entiendo que no es nuevo y para su tiempo fue más que suficiente. No por su historia, Graces F y Xillia tienen unas mucho menos desarrolladas. Menos por sus personajes, cuando tiene un par de mis favoritos en todos los que he jugado hasta el momento.

Nada de eso.

Mi problema con Tales of Symphonia es el modo en que se cuenta la historia, en algo tan incómodo para referirse en un videojuego como es la narrativa. En términos sencillos, los personajes tienen mogollón de potencial, el desarrollo de los hechos de igual modo, posee muchísimo por contar y desde múltiples aristas, pero pareciera que fuera una cámara apuntando hacia la esquina del plano, perdiendo de foco lo más interesante. No se pierden los hechos, se pierde la emoción sobre los mismos. No te alcanzas a sobreexcitar en un momento porque te lanzan una escena que no termina de generar ese llanto. ¡No lloré en todo el juego! Y lo digo yo, que suelto lagrimones en todas las escenas que lo buscan. No sé si es la pérdida excesiva de tiempo en lo de Colette, que la raptan-rescatan-raptan-rescatan, o el dejar de lado instancias interesantísimas como Yuan, o incluso Kratos, con el que al menos se agradece esa fugada escena en Flanoir.

Y no diré nada de Mithos. Es que en serio, llega a dar rabia que 4000 años signifiquen esa batalla final a partir de puras pataletas. Me costó digerirlo, para qué mentir.


  
Pero ahora viene lo bueno. Las ovas. Sé que existieron problemas mayúsculos con Ufotable por el tema de la demora en la salida de los volúmenes, lo que aprecié de inmediato en la calidad de animación de unas y otras. Pero pasando de ello, son una maravillita que viene de perilla a los vacíos sentimentales del juego, que llamo yo. Genis de verdad sufre, se siente, y te da pena. Para qué decir todo lo que ocurre con Zelos, que agradezco además que hayan optado por su final por sobre el de Kratos, al que no le veo pies ni cabeza. También soy club papi, pero esa muerte del traidor es lo más ridículo del juego, porque manda a la mierda toda la evolución del personaje.

Y para coronar, están los omakes. ¡Qué buenos que son! No tienen desperdicio alguno, así como los bendecidos openings, con Tenku no canaaria y Ho-n-to-u-so a la cabeza.


Mi experiencia con esta historia ha sido entonces complicada. Debo confesar también que lo dejé tirado por los ¾ de completado ya que hubo un momento en que no podía con él, lo que fue si no me equivoco cuando iban hacia el pobladito elfo. Lo duro era ver que todo lo que los comentarios me decían no se cumplía, y me dejaba más helada. Insisto, me encantó, pero me dio tanta rabia al mismo tiempo que hasta ahora sufro de la frustración.