No creo que exista palabra más discriminada en el mundo académico que el grave "cosa". No podría contar la cantidad de correcciones que han sufrido mis trabajos a causa del uso de esta honorable. El rojo, maldito que aparenta inocencia, pasa por encima del vocablo con desagrado, y lo asesina sin piedad. Pero no es solo el rojo, no. La maldita desgracia recae incluso en su significado, que peca de ambiguo y contradictorio, porque si bien por un lado es un hecho, cualidad, idea u objeto sobre el que se puede pensar o hablar, también es un objeto sin vida. ¿Pero como puede no tener vida, si la palabra idea está dentro de su acepción?
Imposible. Y entonces comprendo que son ellos, los usuarios del rojo, los engreídos, quienes no comprenden la relevancia en el uso de la cosa, en el verdadero sentir de la cosa, y por tanto, no traspasan mis palabras.
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