martes, 7 de mayo de 2013

La del volantín tín tín~

El volantín estaba roto. No había nada posible por hacer y entonces la necesidad de tener otro, urgentemente, nació desde lo más profundo de mi ser. ¿Qué hacer? ¿Comprar otro? No. No se pueden comprar los volantines, porque dicen, existe una clase de mística especial en su fabricación. Uno no sabe que clase de pensamiento tiene la persona que te vende un volantín en la rotonda. Quizás fuese negativo, y quizás (solo quizás), podrías terminar maldito. Hay mucha historia sobre el volantín y la historia no se puede sobrepasar sin más.
Decidió entonces ir en la búsqueda de un artesano del volantín. Miró el suyo que ya no era volantín pues volantín roto es en realidad cualquier cosa menos volantín. La cosa es que lo miró dos veces antes de salir de la casa.  El quería sentir aquello que esa forma transmitía a su vida. Pero como ya no era la misma, ya no le daba nada.
Cuando abrió la puerta de la casa para dirigirse a cualquier parte (pues no sabía donde, específicamente) se encontró con un niñito que se acercaba con paso apresurado y con el rostro lleno de apuro.
¡El volantín! Alcanzó a escuchar. De ahí ya no recordó más. Quizás perdió el conocimiento, quizás su mente autoindujo el olvido. Vaya a saber. La cosa es que cuando despertó, estaba sentado en el sillón que se encuentra en el living de la casa. Fijó su vista al frente y lo primero que vió, allí, su volantín sobre la mesa del comedor. El mismo volantín, con la misma estrella.
Y entonces piensa. Piensa  el porqué del volantín recuperado. ¿Y el niño? Piensa nuevamente en el niño que vio hace unos momentos (o no, porque a saber cuanto tiempo pasó entre el verlo y reaccionar). Su  cabello rubio y corto, su traje... ¿De escolar? Algo así, de un colegio particular quizás.
Escuchó el sonido del timbre. Pensando en el volantín y en el niño se dirije a la puerta para ver quién es. Antes de abrir, piensa que quizás es el mismo niño. Cuando abre, no puede creer lo que ve.
Dos niños, dos niños iguales al anterior. O quizás uno de ellos es el mismo de antes. Grita de sorpresa y se asusta. Vamos, esto no le pasa a cualquiera. Los niños lo miran fijamente mientras siente que suda entero de los nervios. Ambos niños extienden sus manos hacia él y llega a tal punto su extraña sensación que da un paso hacia atrás, o lo intenta.
No da paso. Cuando vuelve a reaccionar, esta vez está en su cama. Se pregunta si todo fue un sueño, se levanta pensando en ello y va en la búsqueda del volantín, que ahora no está. No está ni en el suelo, donde estaba roto, ni en la mesa, donde estaba arreglado. El volantín no está. Piensa nuevamente en los niños, o el niño. ¿Es uno? ¿Son muchos?
Sin entender nada y ya algo desesperado, corre a la entrada de la casa y abre la puerta. Afuera, un niño eleva un volantín que vuela con dirección al cielo. El niño es el mismo. El volantín es el mismo.

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