sábado, 14 de junio de 2014

-¿Entonces el paracaídas no cae?

-¿Entonces el paracaídas no cae?

- Qué sube hombre, sube. No tiene momento de caer porque la cosa va´ pal cielo.

Diego continuaba sin entender. Siempre escuchaba de su tía hablar cuestiones muy raras con relación a la literatura porque ella era profesora de castellano. Su madre,  hermana de la susodicha, insistía en que la pobre ya estaba algo chalada de tanta cosa que leía. Y lo siguió diciendo hasta que la loca se murió. Nunca supo de qué fue porque su vieja no le quiso contar, solo le entregó en recuerdo, un chaleco que adoraba. A él, a un hombre, un chaleco, pero decía que eso era mejor que uno de sus libros, que en una de esas lo hacían terminar igual de rayado de la cabeza. De todos modos Diego siempre sospechó que su tía se había matado ¿Lo habría hecho con el chaleco y por eso se lo entregaba al único sobrino? Bizarro, pero asumía que su madre tampoco estaba muy bien del coco.

Y fueron tales recuerdos los que lo hicieron detenerse en esa esquina de Merced en particular, frente a una exposición de poetas chilenos. Iba camino al trabajo, como todos los días, como siempre a la misma hora, 3 de la tarde y no antes, no después, porque se había conseguido la pega más relajada de su vida, ahí mismito en Merced, pero más arriba, más cerca de los cerros.
Y entonces ahí estaba, con su compañero que todos los días compartía el camino, frente al rostro del autor de Altazor, en una enorme imagen en blanco y negro que era ensombrecido por sus letras, con el comienzo de su largo poema más reconocido, paracaídas y subidas. Diego curioso de nada, o de la locura de un muerto, no pudo evitar fijarse en el contenido de los primeros versos que, indicaba el enorme cuadro, correspondía a la obra.

-No entiendo esta weá. – Insistió.

-Subida weón, subida. El resto es caldo. – Respondió el compañero que ya parecía saber algo más que él.  


Lo dejó. En el colegio el tema lírico siempre lo había superado de todos modos. Rendido y asumido, decidió mirar algo más acá, más allá. Otro autor, otra obra. Y en el camino entre una imagen y otra, una mujer, un chaleco. Un chaleco rojo.

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