sábado, 14 de junio de 2014

Toc toc toc
Toc toc toc
Una tercera vez sonó la puerta de los vecinos que seguían en sus menesteres mientras ella soportaba la tradicional sensación de sentirse ocupada. Había escuchado, al entrar rápida y presurosa por la vergüenza, que la hora costaba algo de tres mil pesos, lo que era bastante barato y que claro, se reflejaba en la pulcritud del interior. Pero ya estaba. Era la cita obligada del mes para cumplir con la cuestión que insistentemente esperaba ganar aunque hasta el momento (y menos en un espacio así) quedaba básicamente en la circunstancia de tener un cuerpo sobre el suyo y una presión rítmica que le permitía concentrarse en lo que pasaba en los alrededores, en las puertas que sonaban, en los espacios que se ocupaban.

Toc toc toc
Una sola vez. Ahora, el golpeteo provenía de los del frente, a quienes había alcanzado a observar de reojo llamándole especialmente la atención el nivel de ilusión que reflejaban esos rostros. Un solo dedo índice había indicado que al parecer el dinero no estaba muy bien,  lo que significaba que ella misma ya estaba en esa situación desde hace más o menos 60 minutos.  

¿También tocarían donde estaba?

Se imaginaba a la señora encargada del lugar paseándose por  el largo pasillo oscuro y relleno por uno y otro lado de pequeñas habitaciones como la de ella, compuestas únicamente de un baño con tina y una cama de tamaño matrimonial promedio rodeada espantosamente de vidrios que te permitían ver desde todas las posiciones. Interesante para quienes les interesara, pero definitivamente no era su caso. ¿Todas serían iguales? ¿Exactamente iguales? Lógicamente imposible, por motivos espaciales, estaba también la singularidad de las parejas y las historias que ya son parte de cada espacio, de manera particular y específica. Pero seguro todas tenían el mismo ritmo, así como ella y sus citas. Entra una pareja, está una hora o dos a lo máximo, toc, toc, toc…, salen y se van, entra el personaje encargado de la limpieza y el ciclo vuelve a comenzar. Un espacio infinitamente recorrido, de la misma manera, con los mismos fines pero así y todo no idénticas. Imposibles de asemejarse.

Toc, toc, toc
Esta vez sí. Fue una hora entonces lo que el sujeto estaba dispuesto a pagar para completar su dicha. Recordó simular con las tres expresiones consecutivas y agudas, para luego sentir el tiritar del fin. Se vistieron rápidamente y ella salió primero, mientras la cita le cancelaba a la señora que ya tenía a más gente esperando su turno en la recepción.


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