Toc toc toc
…
Toc toc toc
…
Una tercera vez
sonó la puerta de los vecinos que seguían en sus menesteres mientras ella soportaba
la tradicional sensación de sentirse ocupada. Había escuchado, al entrar rápida
y presurosa por la vergüenza, que la hora costaba algo de tres mil pesos, lo
que era bastante barato y que claro, se reflejaba en la pulcritud del interior.
Pero ya estaba. Era la cita obligada del mes para cumplir con la cuestión que
insistentemente esperaba ganar aunque hasta el momento (y menos en un espacio
así) quedaba básicamente en la circunstancia de tener un cuerpo sobre el suyo y
una presión rítmica que le permitía concentrarse en lo que pasaba en los
alrededores, en las puertas que sonaban, en los espacios que se ocupaban.
Toc toc toc
…
Una sola vez.
Ahora, el golpeteo provenía de los del frente, a quienes había alcanzado a
observar de reojo llamándole especialmente la atención el nivel de ilusión que
reflejaban esos rostros. Un solo dedo índice había indicado que al parecer el
dinero no estaba muy bien, lo que
significaba que ella misma ya estaba en esa situación desde hace más o menos 60
minutos.
¿También
tocarían donde estaba?
Se imaginaba a
la señora encargada del lugar paseándose por
el largo pasillo oscuro y relleno por uno y otro lado de pequeñas habitaciones
como la de ella, compuestas únicamente de un baño con tina y una cama de tamaño
matrimonial promedio rodeada espantosamente de vidrios que te permitían ver
desde todas las posiciones. Interesante para quienes les interesara, pero
definitivamente no era su caso. ¿Todas serían iguales? ¿Exactamente iguales?
Lógicamente imposible, por motivos espaciales, estaba también la singularidad
de las parejas y las historias que ya son parte de cada espacio, de manera
particular y específica. Pero seguro todas tenían el mismo ritmo, así como ella
y sus citas. Entra una pareja, está una hora o dos a lo máximo, toc, toc, toc…,
salen y se van, entra el personaje encargado de la limpieza y el ciclo vuelve a
comenzar. Un espacio infinitamente recorrido, de la misma manera, con los
mismos fines pero así y todo no idénticas. Imposibles de asemejarse.
Toc, toc, toc
…
Esta vez sí. Fue
una hora entonces lo que el sujeto estaba dispuesto a pagar para completar su
dicha. Recordó simular con las tres expresiones consecutivas y agudas, para
luego sentir el tiritar del fin. Se vistieron rápidamente y ella salió primero,
mientras la cita le cancelaba a la señora que ya tenía a más gente esperando su
turno en la recepción.
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